sábado, 29 de marzo de 2008

El dólar: nadie sabe qué pasará, pero todos opinan

Un lector que revisó un comentario anterior lanza una pregunta interesante: ¿se fortalecerá el dólar en el mediano plazo? Queda claro que en los próximos meses seguirá debilitándose, pero si la Reserva Federal comienza a subir las tasas de interés para combatir la inflación esta tendencia podría revertirse.
Luego de haber estudiado el tema a fondo y de haber invertido varias horas de reflexión, La Mano Invisible ha concluido que nadie tiene ni la más mínima idea de qué pasará con el dólar. Sin embargo, la ignorancia nunca ha sido un impedimento para que los economistas hagan proyecciones (mejor dicho, adivinanzas informadas).
Por eso lo mejor que se puede hacer es resumir algunos de los puntos de vistas más inteligentes que hay sobre el tema:

1. Steve Cecchetti (reconocido comentarista de la inflación en EEUU y recientemente nombrado economista principal del Bank for International Settlements): la inflación en EEUU tiene una clara tendencia al alza. Mes a mes son menos los rubros de la canasta familiar en los que los precios bajan, impulsados por la inflación importada. Eventualmente las expectativas inflacionarias también cambiarán y pronto se llegará al punto en el cual no habrá rubros importantes con precios declinantes que moderen la inflación (una excepción podrían ser las rentas, por la situación del mercado inmobiliario). Sin embargo, por la gravedad de la recesión en EEUU la FED seguirá reduciendo la tasa de interés al menos hasta comienzos del 2009, cuando podrá volver a su tarea de combatir la inflación, para lo que comenzará a subir las tasas. Por lo tanto, en el 2009 la devaluación del dólar se revertiría cuando las mayores tasas atraigan capital extranjero.

2. Frederick Mishkin (quizá el mejor experto del mundo en economía financiera y monetaria y actualmente Gobernador de la FED): las expectativas inflacionarias están bien ancladas, por lo que tomará tiempo que la inflación importada comience a alterarlas. Por esa razón, la reducción agresiva de tasas difícilmente tendrá un efecto adverso sobre la inflación. Adicionalmente, gracias al sólido anclaje de las expectativas inflacionarias, la devaluación del dólar tampoco empujaría la inflación (actualmente se calcula que una devaluación de 10% del dólar se traslada en un aumento del precio de las importaciones de sólo 2%). Por esa razón, la FED mantendría su política de tasas bajas hasta que la economía responda a la medicina que le está inyectando, y no reaccionaría con incrementos modestos de la inflación. Ergo, el dólar seguirá a la baja en el mediano plazo.

3. Kenneth Rogoff (profesor de Harvard y ex economista principal del FMI): la recesión en EEUU podría durar alrededor de dos años (en línea con el promedio de recesiones originadas en el sector financiero en países desarrollados), y durante ese período el dólar seguirá devaluándose. A la FED le conviene que la devaluación del dólar estimule el sector exportador y así contribuya a revivir la economía, mientras que el bajón económico aseguraría que la inflación no salga fuera de control. El dólar podría devaluarse hasta un 20% más en los próximos dos años.

Finalmente, un cachetadón: en el 2004 casi todos los economistas respetables aseguraban que el dólar caería en picada para corregir el déficit de cuenta corriente en EEUU. Pasaron el 2005 y el 2006 y el billetito con la cara de Washington casi ni pestañeó con relación a las principales monedas. Igual se las ingeniaron para tener una explicación sólida de por qué no se cumplieron sus pronósticos, pero la pregunta es si ahora les creemos a los adivinos. Si La Mano Invisible tuviese que apostar (felizmente no tiene) lo haría por la devaluación en el mediano plazo, pero cruzando todos los dedos invisibles.

jueves, 27 de marzo de 2008

La mejor explicación que encontrarán sobre la crisis subprime

Este es el tipo de economía que le encanta a La Mano Invisible: divertida, mordaz, entendible, y a la vez rigurosamente correcta. Va el cachetadón.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Una digresión: ¿quién dijo que los economistas no tienen sentido del humor?

¿Por qué hacer ese aburrido trabajo del curso de política fiscal que dicta Glen Hubbard en la Escuela de Negocios de Columbia, cuando podemos filmar un video sobre el nombramiento de Ben Bernanke en la Reserva Federal? Eso se preguntaron algunos alumnos de Hubbard hace unos meses (cuando él seguía decepcionado por no ser el próximo presidente de la Fed). Aquí el resultado: muy recomendable.

Los malabarismos de la política económica y el tipo de cambio

La política económica en una democracia es el resultado de la interacción de distintos grupos de interés e instituciones que presionan hacia direcciones opuestas. En el caso de la apreciación cambiaria, las presiones que determinan la respuesta política parecen provenir de varios grupos:

• Los exportadores (especialmente los de productos no tradicionales), que no paran de quejarse. Si bien como grupo electoral los exportadores no tienen mayor relevancia (al menos mientras no haya despidos, con lo que tendrían a los trabajadores a su lado), sí pueden hacer bulla, quitarle respaldo al gobierno en reformas que le interesan y hacer algo de presión a través de congresistas afines (la mayoría probablemente de Unidad Nacional).

• El aparato político del propio gobierno, que ve que la aprobación del presidente y del gobierno se reduce conforme aumentan los precios de los alimentos, y una forma de reducir el impacto de la inflación importada es permitir la apreciación cambiaria.

• El sector financiero, al que no le conviene la imposición de medidas que limiten el ingreso de capitales y que más bien sale perdiendo con el aumento del encaje.

• El Ministerio de Economía, que parecería tener una posición doctrinaria en contra de tomar medidas que alivien el dolor de los exportadores, y es probable que también prefiera no perder credibilidad con Wall Street (donde es un dogma el que los mercados financieros deben determinar el tipo de cambio), sobre todo cuando se siente cerca de obtener el grado de inversión.

• El Ministerio de la Producción, que hasta el momento parecería ser el único simpatizante de los exportadores dentro del Ejecutivo. El ministro actual además ha representado a lo largo de su trayectoria política los intereses del sector privado.

• El Banco Central de Reserva, que para defender su independencia no tiene mejor herramienta que el cumplimiento de la meta inflacionaria, y para eso también podría permitir un poco más de apreciación.

Por mera suma de fuerzas, el resultado de este malabarismo parecería ser la inacción. El gobierno mantendría su postura de ignorar a los exportadores y pedirles que diversifiquen mercados o encuentre mecanismos privados para resolver su problema (coberturas cambiarias, etc.). La pregunta es, ¿cuánto más tendría que caer el tipo de cambio para que el balance de fuerzas se altere?

El dólar seguirá depreciándose: guerra avisada no mata gente

Esa es la opinión de Martin Feldstein, uno de los economistas favoritos de La Mano Invisible (profesor de Harvard y uno de los principales expertos de Estados Unidos en política fiscal y monetaria). Si bien sus consejos están dirigidos a los países Europeos, son igualmente relevantes para los países latinoamericanos.

¡Por fin una discusión práctica sobre las respuestas al aumento de precios!

El lunes el gobierno finalmente dio el primer paso hacia la búsqueda de mecanismos que permitan aliviar los efectos de la inflación sobre los más pobres, sin introducir distorsiones en los mercados (ver comentario anterior).
La Mano Invisible cree que el pelotón de economistas que comentaba al unísono que no hay un problema de inflación (ver artículo de Daniel Córdova hoy en El Comercio) conminando al gobierno a no introducir medidas populistas podía haber dedicado sus energías a orientar el debate hacia la búsqueda de paliativos para los segmentos más golpeados, para darle así salidas políticamente viables al gobierno.

Por ejemplo, Carlos Adrianzén hace algunas semanas comparó la situación del aumento de precios con la de un avión que pasa por una zona de turbulencia, donde lo único que el piloto puede hacer es pedir calma y paciencia (ergo, es lo único que el gobierno peruano debería hacer ante el aumento de los precios).
Esa analogía es equivocada porque la turbulencia, más allá del susto, no causa ningún perjuicio a los pasajeros (mientras que la inflación sí, sobre todo a los más pobres). La comparación correcta sería con un vuelo que por causas climáticas se retrasa y muchos de sus pasajeros pierden conexiones o reuniones importantes. Todos los que hayan pasado por esa situación saben muy bien que lo primero que hacen muchos pasajeros es pedir algún tipo de compensación a la aerolínea (¡incluso a pesar de que ésta no tiene la culpa!), y más aún, a veces las aerolíneas otorgan compensaciones –dependiendo de la gravedad del daño.
En fin, ahora toca aportar ideas para mejorar la propuesta de compensaciones del gobierno.

domingo, 23 de marzo de 2008

El gobierno y la inflación: entre la política y el mercado

El que uno sea invisible no quiere decir que sea ingenuo o sonzo. La Mano Invisible conoce bien la abundante evidencia histórica que señala que cualquier tipo de control de precios o medidas populistas que pretendan hacer creer que se está atacando las causas de la inflación terminan en realidad sembrando nuevos problemas que tarde o temprano le pasan la factura a la población (para un ejemplo reciente, ver un artículo publicado en el diario El Universal sobre lo que ocurre en Venezuela).

Sin embargo, eso no quita que reconozca que ningún gobierno democrático puede hacerse el "loco" cuando el precio de la canasta básica del segmento más pobre de la población podría haber aumentado hasta 7% en un año (ver cálculos de Morón y Salgado), y cuando alimentos como el pan y los huevos han subido en 19.2% y 33.1%, respectivamente (ver el reporte de inflación de enero del BCRP). Hay un montón de gente descontenta porque los alimentos que compra todos los días para alimentar a su familia aumentan a tasas altas mientras sus ingresos se mantienen estancados o aumentan a tasas mucho más bajas. Esta gente no se contenta con las explicaciones de economistas independientes y del gobierno sobre la inflación importada, más bien espera que el gobierno resuelva su problema.

Las lecciones de la economía política son claras: el gobierno enfrentará un costo político alto si la población más afectada por el alza de precios al menos no percibe que está haciendo algo al respecto (según la encuesta de febrero de Ipsos-APOYO Opinión y Mercado, la inflación es la principal causa de la desaprobación gubernamental). Por otro lado, el gobierno también enfrentará un costo político si la comunidad financiera internacional (léase bancos de inversión, agencias de calificación de riesgo, fondos de inversión, etc.) percibe que por causa de estas medidas se aleja demasiado de la ortodoxia económica, y más bien cae en el populismo (sobre todo porque queda claro que la agenda del gobierno tiene como meta el grado de inversión). Dado que las proyecciones más serias apuntan a que los alimentos seguirán subiendo, el gobierno tendrá que echar mano a su mejor repertorio de maniobras políticas para evitar que el mayor descontento de la población no reduzca significativamente su capacidad de gobierno. García sabe que con un radical como Humala al acecho, su gobierno no puede "toledizarse" (estabilidad económica e inestabilidad política).

Por eso, creo que mejor harían muchos de los economistas que opinan sobre el tema si en lugar de criticar tanto al gobierno, propusiesen salidas ingeniosas que le permitan evitar medidas populistas, y a la vez aliviar un poco el bolsillo de los segmentos más golpeados por el alza de los alimentos.

martes, 18 de marzo de 2008

El Sutep y la privatización clandestina de la educación

Calumniar al gremio de maestros se ha convertido casi en algo imposible. ¿Es posible lanzarles algún insulto o atribuirles algún vicio que no sea ya parte de la imagen que la mayoría de la gente tiene sobre el magisterio? Por eso creo que pasó relativamente desapercibido el informe que la Defensoría del Pueblo publicó hace unas semanas revelando que una familia gasta en promedio más de S/.300 al año por cada hijo que estudia en una escuela pública por causa de cobros indebidos exigidos por maestros y directores de colegio. Ya nadie se sorprende, pues la percepción común es que los directores de colegios y profesores son unos corruptos y mediocres que se han enquistado en las instituciones escolares del Estado. La conclusión es que para corregir la educación, hay que cambiar a los maestros (en esa línea van las propuestas recientes del gobierno).

Pero para la Mano Invisible la raíz del problema no podría ser más diferente: ocurre que la educación pública ha sido privatizada, pero no como le gusta a la Mano Invisible, sino de forma clandestina y corrupta. sin que siquiera las autoridades se den cuenta. La privatización clandestina de servicios públicos ha sido algo común en el Perú y ha ocurrido en casi todos los países donde el gobierno ha intentado ofrecer un servicio gratuito –o a precio “popular”. El resultado siempre es el efecto contrario.
Por ejemplo, hace 20 años alguien que quisiera contratar una línea telefónica a la tarifa irrisoria que cobraba la compañía estatal podía morirse de viejo antes de tener su instalación. La única alternativa era pagar una copiosa coima, con lo que lograba que el burócrata impasible que lo había atendido se transforme en un funcionario voluntarioso que en el lapso de unas semanas instalaba la línea.

Un servicio público que debía ser ofrecido a una tarifa popular para que todos accedan a las telecomunicaciones terminó siendo ofrecido de manera privada –por funcionarios que extraían beneficios privados por la instalación– a una tarifa tan alta que sólo los más acomodados podían costearla. ¿No ocurre algo similar con la educación?
Al igual que en el caso de la telefonía, la escasez (de líneas telefónicas, de profesores de inglés, de profesores de computación, o de cualquier otro bien, el principio es el mismo) ocurre porque el sistema empuja a los funcionarios que controlan la prestación del servicio a limitar la oferta formal, para crear un mercado negro en el cual ellos puedan lucrar ofreciendo de manera privada el servicio. Digo que el sistema los empuja a esto porque los funcionarios no obtienen ningún beneficio de “portarse bien”. Si un funcionario de la compañía estatal de teléfonos decidía batir el récord de instalaciones telefónicas en un día, su beneficio habría sido el mismo que si hubiese instalado sólo una. ¿Qué beneficio recibe el profesor de colegio estatal si hace un esfuerzo permanente por capacitarse, por mantenerse al día, por investigar en su tiempo libre? ¿O el director de colegio que con ingenio encuentra una forma eficiente de enseñar inglés sin exceder el presupuesto de su unidad escolar?

Sin duda hay muchos profesores y directores que motivados por su ética de trabajo entregan su mejor esfuerzo, pero eventualmente es normal que la mayoría se agote y espere obtener un beneficio personal, que en el sistema actual nunca llega. Este beneficio no sólo es económico, puede ser también un reconocimiento social o profesional. El problema es que la línea de carrera magisterial está tan corrompida que esto tampoco ocurre. En esencia, lo que ocurre con la educación es que no existen incentivos adecuados, y esa es la misma razón por la cual en economías socialistas hay una escasez permanente de bienes y servicios en mercados oficiales, y mercados negros pujantes (fenómeno explicado de forma muy lúcida por el economista de Harvard Andrei Shleifer).

El resultado es que los maestros terminan privatizando de forma parcial y clandestina la educación supuestamente estatal y gratuita. Paradójicamente, el SUTEP enarbola la bandera de la gratuidad de la enseñanza cada vez que un gobierno quiere reformar el sistema educativo.
La solución al problema no necesariamente pasa por la privatización formal, sino por encontrar maneras de entregar a los maestros (y otros funcionarios públicos en sectores con el mismo problema) derechos de propiedad sobre los resultados de su esfuerzo, entrega e ingenio. Un sistema de remuneración que reconozca a los maestros y directores por su desempeño puede tener ese efecto, en la medida en que esté basado en objetivos claros de rendimiento y que sea difícil de corromper. Sin esto, los maestros podrán ser capacitados una vez, pero ellos no tendrán incentivos para poner su empeño e ingenio en cultivar esos conocimientos, aumentarlos, y aplicarlos en su labor de la mejor forma posible. Lo que la Mano Invisible pide, es reconocer que la gratuidad de la enseñanza, tal como se defiende hoy, es un mito.