miércoles, 23 de abril de 2008

El ojo del amo engorda al ganado, ¿y el ojo del funcionario público?

El auditor interno Banco de Materiales (responsable precisamente de evitar fraudes en la organización) es uno de los varios funcionarios que recibieron de la institución créditos hipotecarios que no les correspondían.

Los directores y maestros de colegios públicos reciben en promedio S/.300 soles por alumno, por cobros indebidos a los padres de familia.

11 hospitales del Estado no cuentan con medicinas básicas.

Cada 24 horas Sedapal tira al mar de Lima el equivalente a dos estadios nacionales llenos de caca licuada.

Todas estas noticias son sólo de los últimos 3 meses (es decir, más de un mega escándalo por mes). ¿A alguien le queda alguna duda de que la administración pública es pésima?
Según el gobierno, esto se corregirá con la nueva ley de la carrera pública, que establecerá criterios de desempeño y mérito como determinantes de ascensos y remuneraciones. Eso aliviará los síntomas, pero no curará el mal.

El problema real es que cuando el Estado tiene a su cargo la prestación de servicios públicos nadie es dueño del valor que se crea para el ciudadano, y por eso nadie se esfuerza en mejorar las cosas, en reducir costos, en asegurarse de que no hay ningún sinverguenza haciendo fraude. ¡A nadie le importa mucho! El empresario privado tiene claro que su ojo engorda al ganado, pero ¿qué le importará al funcionario público que el ganado engorde o se muera de anemia, si su situación no cambia en ninguno de los dos casos?

Y este no es un problema exclusivo de los países sub-desarrollados o con instituciones democráticas incipientes. El funcionario público es el mismo acá, en Suiza y en todos lados. El Credit Lyonnaise fue un mega banco del Estado francés que quebró por una pésima gestión y por interferencias políticas. La Compañía Británica del Carbón era una de las empresas públicas más grandes del mundo, y durante décadas operaba la mayoría de sus minas a pérdida (y cuando el gobierno de Thatcher quizo cerrarlas se enfrentó a una de las protestas más largas y multitudinarias de la historia). Los ejemplos pueden seguir y seguir.

El punto es que mejorar nuestra gestión pública es importante, pero no corrige el problema de ineficiencia y corrupción en la prestación de servicios públicos. Esto sólo se corregirá privatizando, concesionando, o cuando éstos no sean políticamente viables, encontrando mecanismos alternativos que en la práctica tengan el mismo efecto (con un razonamiento algo diferente, Gianfranco Castagnola publicó una opinión similar en Perú.21).

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